Críticas.

Una historia de mágica trascendencia

Bernardo Palomo
Diario Granada-Hoy
25-08-2014
El pintor bonaerense afincado en Granada expone una serie de sus obras, influenciadas por el arte indígena y la literatura Sudamericana.

 

Miguel Ángel Carini. Casa de Iberoamérica. Cádiz.

Ya hemos dicho en otras ocasiones al escribir de este artista que a Miguel Ángel Carini lo conocimos de la mano de Fernando Martín y de José Manuel Darro, ambos grandes conocedores del arte latinoamericano y de sus mejores artistas, sean conocidos o no por la gran mayoría. Miguel Ángel Carini nació en Buenos Aires; es argentino grande que se afincó en España, instalándose en Granada para convertirse en uno de sus más dinámicos artistas. Todo aquel que vea por primera vez su obra y posea algún mínimo conocimiento de la cultura sudamericana, se da cuenta de que su pintura está poseída de fuentes que están perfectamente establecidas y abarcan tanto la más íntima iconografía de lo que, plásticamente, ha tenido lugar tanto en el pretérito histórico de aquellas tierras como en la gran literatura que se allí se realizó y que constituyó todo una revolución cultural con el pueblo y sus infinitas circunstancias como base sustentante.

Miguel Ángel Carini es un clásico representante del arte – en su más amplio sentido – de estética indigenista. Su pintura recrea genuinos estamentos de una realidad cultural que se pierde en la historia y que el artista argentino hace trascender mediante una plástica llena de una bella poética cargada de referencias mediatas e inmediatas que generan un inquietante desarrollo visual. El espléndido espacio expositivo que es la antigua Cárcel Real de Cádiz, brillantemente rehabilitada para convertirse, después de que la ciudad ostentara la Capitalidad Iberoamericana de la Cultura en el emblemático año de 2014, fecha del Bicentenario de la Constitución de 1812, en la Casa de Iberoamérica, era lógico que acogiera en su seno una muestra de uno de los grandes artistas nacido en tierras argentinas y, por tanto, estrechamente implicado con el arte que se quiere presentar en la que fue la gran obra del neoclasicismo gaditano, diseñada por el arquitecto nacido en El Puerto de Santa María Torcuato José Benjumeda y que, desde su rehabilitación, viene acogiendo espléndidas muestras – actualmente, junto a esta que nos ocupa de Miguel Ángel Carini, se encuentran la que presenta parte de los fondos de la Colección José Félix Llopis, la magnífica de Cornellis Zitman y la del escultor gaditano Augusto Arana-, que nos pone en total sintonía con el arte que se hace en las tierras que se enfrentan a Cádiz, Atlántico por medio.

La obra de Miguel Ángel Carini, en su amplia estructura estética, con sus muchos planteamientos significativos y sus poderosas referencias extraídas de tan determinante historia cultural como encierra las tierras que lo vieron nacer, posee un desenlace formal que no pasa desapercibido. Sus variados desarrollos plásticos nos hacen partícipes de una obra que rezuma potencial compositivo, ese que desprenden todos aquellos que son consumados grabadores y manejan la materia conformante con absoluta solvencia. Así, las piezas de Carini deslumbran por su contundencia formal, por la abrumadora plasticidad con que envuelve esa variada iconografía extraída del infinito pozo generador de imágenes que el artista bonaerense convierte en animales fantásticos y plantas maravillosas salidas de una fauna y de una flora imposible que comparten escenario con seres fantásticos que recrean una bella mitología particular, tan bien pensada como tan acertadamente constituidas en un universo de magia y de poesía. Y es que, desde un primer momento, la obra de Miguel Ángel Carini goza de un trasfondo literario que nos hace transitar, doblemente, por una estética sublime, donde todo queda supeditado a un universo metafórico que hace que lo inmediato adquiera un trascendente halo de gozosas presunciones, con evocaciones de aquella tierra tan tica en matices y argumentos, y que el pintor argentino, afincado en Granada, nos traslada en imágenes salidas de los intensos recovecos de una memoria personal, así como de la historia, de la cultura y de un tiempo lleno de magia, poesía y sublime trascendencia.

Muy buena exposición la que Miguel Ángel Carini ha traído hasta Cádiz con una amplísima variedad de su importante trabajo. Llenas de esencia compositiva las ilustraciones para el Martín Fierro de José Hernández; de una solvencia plástica y una inquietante evocación poética los acrílicos, donde resplandecen algunos extremadamente bellos azules y turquesas. Espectacular por compendiar toda su pintura la obra Martes y letras, un bello poema plástico expandido en la estaticidad de una simple silla; sumamente atractivos son sus pasteles en la Suite Quiroga, así como el poderío formal de Las rayuelas de la infancia, un canto evocador a la infancia, quizás con la referencia y apoyo literario de su compatriota – aunque nacido en Bruselas – Julio Cortázar.

La antigua Cárcel Real de Cádiz, obra insigne del callejero gaditano y espléndida realidad museográfica rescatada para bien del arte de la ciudad trimilenaria, se viste de gala con la obra de un artista que hace de sus íntimas referencias bellos tratados de una iconografía donde lo real y lo imaginado, las dos orillas del gran océano, lo recóndito y lo evidente, el ayer, el hoy y el mañana, oriente y occidente, diluyen sus fronteras en una obra donde el misterio de la belleza se hace sublime presencia inmediata.

Una exposición para reencontrarnos con una pintura bella en continente y contenido.